La generación de energía
con parques eólicos y solares ayuda a reducir las emisiones de carbono y a
mitigar así el cambio climático. ¿Pero es este su único beneficio? Un estudio
impulsado desde la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS)
ha sacado a relucir otro inesperado beneficio de estas instalaciones: su
implantación a gran escala en el Sahara y el Sahel podría generar más lluvias
locales y aumentar la cobertura de la vegetación, creando una retroalimentación
positiva que aumentaría aún más la lluvia.
En el estudio, los investigadores combinaron diferentes
experimentos y modelos climáticos y comprobaron que la instalación a gran
escala parques eólicos y solares en el Sahara y en la vecina región del Sahel
provoca que aumenten mínimamente las temperaturas locales, pero, en
contrapartida, las precipitaciones llegan a duplicarse –sobre todo en el
Sahel– debido a una mayor fricción superficial y a un albedo reducido
(reflejo de la luz). El aumento resultante en la vegetación mejora aún más la
precipitación, creando una positiva relación
albedo-precipitación-retroalimentación de la vegetación.
Los parques eólicos –explican los científicos– provocan que el
aire caliente y el más fresco se mezclen de manera asimétrica y así se genera
un ciclo de retroalimentación que da lugar a mayor evaporación, más
precipitaciones y crecimiento vegetal. Los paneles solares, por su parte,
reducen el reflejo de la luz y desencadenan una retroalimentación positiva
albedo-vegetación. De esta forma, el impacto de las tecnologías eólica y solar
en el clima regional tiene el potencial de producir cambios climáticos a escala
continental.
Tanto una como otra tecnología generarían aumentos en las
precipitaciones de aproximadamente un 50 %, según los investigadores. Pero lo
mejor es combinarlas: el despliegue conjunto de parques eólicos y solares
provocaría que la precipitaciones pudieran llegar a incrementarse en un 150%.
La AAAS indica que el estudio se ha centrado en el Sahara y
el Sahel por varias razones: el Sahara es el desierto más grande del mundo,
goza de buenas condiciones de viento y sol y está escasamente habitado; por lo
tanto, el desarrollo a gran escala de parques eólicos y solares no alteraría
apenas los usos naturales y humanos del suelo (como la agricultura). El
Sahel –añaden– es una región de transición entre el desierto y la sabana
boscosa y, como tal, es muy sensible a los cambios de la tierra. Ambas regiones
se encuentran cerca de Europa y Oriente Medio, áreas con una enorme demanda
actual de energía. Las proyecciones son que la demanda de energía en el África
subsahariana también crezca de manera notable.
Los investigadores creen que la inversión masiva en
generación solar y eólica podría promover el desarrollo económico en el Sahel,
una de las regiones más pobres del mundo, y proporcionar energía limpia para la
desalinización y el suministro de agua para las ciudades y la producción de
alimentos
Fuente:
Pepa Mosquera
Revista
Energías Renovables
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